Ángela Landete (pseudónimo Lovelace) nació en Barcelona (España) en 1971 y se licenció en Filología Inglesa por la UB. Trabajó como profesora hasta hace unos años, cuando se vio obligada a abandonar el mundo laboral debido a las consecuencias de la fibromialgia y del lupus sistémico.
Como escritora explora la psicología humana. En El viaje de Haidi, un drama romántico, trata la superación no de una enfermedad sino del estado de sentirse enfermo. En La niña más bonita de Alella explora los miedos e inseguridades de los adolescentes, así como los errores que pueden cometer debido a ellos. Ha presentado ambas novelas de forma presencial en Barcelona, Madrid y Tarragona; asimismo, ha participado en varias ferias virtuales (Sudáfrica, Italia, México, España, Panamá) y próximamente lo hará en las de Perú y Francia.
Pertenece a la asociación Coma-ruga Literaria, al Racó Poètic de Teiá y a los colectivos culturales internacionales Mosaicos y Letras, Lenguaje de Esperanzas y Nuevas Voces de la Literatura, del cual es Embajadora Cultural en España. Ha participado en diversas antologías (El amor que transforma, Volando libres, Antología de la madre, Voces en el viento) y revistas culturales (Librújula, Trazos, Trinando, Lira magazine, Lenguaje de esperanzas, Lenguas de fuego…).
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GLADIOLO AZUL
Los jardines de palacio destacaban
por sus hermosos gladiolos rojos.
En él, la doncella enamorada
no era en su amor correspondida y,
angustiada, guardaba su melancolía
únicamente para sus ojos.
Un día, el dolor de sentimiento pudo con ella
y se hirió con unas zarzas a conciencia,
derramando gotas de su sangre azul en la tierra,
allí donde crecían los gladiolos.
Será por esto que, desde entonces,
todos los pétalos que florecen en esa bella planta
son de un intenso azul zirconio.
Lovelace
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CARICIA DE ÁRBOL
Al final del otoño han visto
sus hojas palidecer hasta perder el color,
o incluso cambiar a otro tono de vivo rubor;
con lágrimas asomando por la ruda corteza
las han visto caer en una danza lenta
que escapa a su control.
Ahora, despojados en parte de su esencia,
impotentes ante el repetitivo proceder
de la caprichosa naturaleza,
se abalanzan contra el atardecer
movidos por la envidia,
en un intento fútil de robar al cielo
sus variadas tintas.
Lovelace
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EXCALIBUR
Entre construcciones que pugnan por acariciar el cielo,
se alza un castillo cuyos torreones
han sido diseñados cual maqueta de juegos;
para atraer a la magia, al anochecer son iluminados
con colores purpurinos e intensos.
Es entonces que Arturo —blandiendo a Excalibur—
y sus fieles caballeros
cabalgan en el más absoluto silencio;
no se percibe trote ni tampoco cánticos o voces,
y dicen que sólo si te rindes al encantamiento
se te permitirá vislumbrar en la oscuridad
el cabello argentino de Merlín, el consejero.
Lovelace
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QUIERO VOLAR
El Señor de los Bosques quiso ser con él condescendiente
y le brindó la oportunidad de pedir un deseo,
aquel que llevaba tiempo anidando en su ser,
restándole paz, hundiéndole en el tormento.
Nunca quiso ser árbol, infeliz y desgraciado;
las lágrimas que se deslizaban por su corteza
le ahogaban por fuera y por dentro,
pues nunca apreció el don de vivir
en perenne conexión con la tierra,
mientras otros crecen tristemente rodeados
de tosco cemento y piedra.
Alzarse ligero, liberarse por fin de todo su peso
y volar libremente junto a las majestuosas aves que surcan el cielo.
Ese era su único deseo.
Fíjate, las puntas de las ramas se van elevando lentamente,
y arrastrarán con ellas –con la fuerza del alma–
al gigantesco árbol, que dentro de poco será dichoso,
habiendo cumplido su sueño,
y volará junto a grullas y gaviotas,
dejando atrás poco más que un inhóspito hueco.
Lovelace
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JÚPITER
Bello tiene que ser y bello será
si a un ejército de ángeles
se le ordena pintar.
Tiempo atrás, cuando los dioses reinaban
en tierra, aire y mar,
ese fue el mandato
que unánimemente quisieron lanzar,
disponiendo una amplia paleta de colores
primarios, secundarios, fríos y cálidos por igual.
Y así, una vez coloreados
montes y desiertos, playas y campos,
no tuvieron más opción que
entretenerse con el infinito cosmos,
hasta entonces en oscuro negro y blanco.
Lovelace
Hermosos poemas. Me han encantado.