Teatro Baralt de Maracaibo: Historia, restauración y el legado de Lilia Boscán de Lombardi

En pleno centro de Maracaibo, frente a la Plaza Bolívar, se alza el Teatro Baralt, un templo de la cultura zuliana y uno de los monumentos más emblemáticos de Venezuela. Más que un edificio, es un símbolo de identidad y memoria colectiva. Su historia abarca más de siglo y medio, desde sus primeras funciones teatrales en el siglo XIX hasta su papel actual como espacio vivo de arte, música, cine y pensamiento.

El teatro debe su nombre a Miguel Antonio Baralt, quien donó el terreno en el que se construyó el primer edificio a mediados del siglo XIX. Desde sus inicios fue concebido como un espacio para las artes escénicas y la vida social de la ciudad. Su importancia creció con los años hasta convertirse en punto de encuentro cultural por excelencia.

De las candilejas al proyector: un pionero del cine venezolano

El Baralt marcó un hito nacional al ser uno de los primeros lugares en Venezuela donde se proyectaron películas. En 1896 se exhibió el vitascopio, y al año siguiente, en 1897, se proyectaron los primeros cortometrajes realizados en el país: Muchachos bañándose en la laguna de Maracaibo y Un célebre especialista sacando muelas en el Gran Hotel Europa. Este hecho consolidó al teatro no solo como sala de espectáculos, sino como escenario pionero del cine venezolano.

Transformaciones arquitectónicas y cierre prolongado

En 1883 se inauguró el segundo edificio, más grande y lujoso, pero en 1928 fue demolido para dar paso a la actual estructura. Entre 1930 y 1932 se levantó el nuevo teatro, obra del arquitecto belga León Jerónimo Hoet, con un diseño sobrio y elegante en el exterior y un interior que fusiona influencias del art déco con toques clásicos.

Durante décadas fue sede de funciones teatrales, conciertos, proyecciones cinematográficas y eventos sociales. Sin embargo, el paso del tiempo y la falta de mantenimiento forzaron su cierre en la década de 1980.

El renacer: la restauración del Teatro Baralt

En 1981, el teatro fue declarado Monumento Nacional, lo que abrió la puerta a su rescate patrimonial. Comenzó entonces un proceso de restauración integral que se extendió durante años. El arquitecto Paolo D’Onghia lideró el proyecto, recuperando elementos originales y añadiendo un hall subterráneo que homenajea los cimientos históricos del primer edificio.

La reapertura en julio de 1998 fue un acontecimiento cultural de gran relevancia para Maracaibo y para el país. Este renacer no habría sido posible sin la coordinación de la Universidad del Zulia (LUZ), el Centro Rafael Urdaneta y, sobre todo, la Fundación Teatro Baralt (FundaBaralt).

Lilia Boscán de Lombardi: el corazón de la restauración

En esta historia, un nombre resalta como fuerza impulsora: Lilia Boscán de Lombardi. Poeta, ensayista, académica y gestora cultural, Boscán asumió la presidencia fundadora de FundaBaralt en 1994, cuando la restauración estaba en una etapa decisiva.

Su labor no se limitó a la administración: articuló voluntades, gestionó recursos y defendió la importancia de rescatar el teatro como patrimonio de todos los zulianos. Entendía que devolverle la vida al Baralt no era solo un proyecto arquitectónico, sino un acto de rescate de la memoria y la identidad cultural.

Bajo su gestión, la Fundación se consolidó como enlace entre las instituciones públicas, las empresas privadas y la comunidad artística. Fue gracias a esa labor que la reapertura de 1998 no solo devolvió un edificio, sino también un espacio vivo y dinámico para el arte.

Un homenaje vivo: el Patio Jardín Lilia Boscán de Lombardi

Como reconocimiento a su papel decisivo, el Teatro Baralt bautizó uno de sus espacios como Patio Jardín Lilia Boscán de Lombardi. Este espacio, con capacidad para 43 personas, no solo lleva su nombre, sino que simboliza la semilla de vida cultural que ayudó a plantar y cultivar. Allí, bajo el cielo marabino, se realizan recitales, tertulias, presentaciones de libros y actividades que siguen su espíritu de encuentro y diálogo cultural.

El Baralt hoy: patrimonio vivo

En la actualidad, el Teatro Baralt, administrado por la Universidad del Zulia, sigue siendo un epicentro cultural, con una programación que incluye teatro, música, cine, conferencias y eventos académicos. Su conservación es un compromiso constante, y su historia demuestra que los monumentos culturales sobreviven cuando cuentan con defensores apasionados.

La memoria que preserva el futuro

Recordar a Lilia Boscán de Lombardi no es solo un acto de justicia histórica, es una forma de reafirmar que la cultura necesita liderazgos comprometidos. El Teatro Baralt es hoy un espacio vivo porque hubo personas que soñaron con devolverle su esplendor, y ella fue una de las más determinantes.

En cada función, en cada aplauso que resuena bajo sus lámparas, está presente su legado. Mantener viva su memoria es asegurar que el Baralt siga siendo, por muchas generaciones, el corazón cultural de Maracaibo.

Redacción editorial

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