Eugenio Montejo nació en Caracas el 19 de octubre de 1938 y se despidió un 5 de junio de 2008. Poeta, ensayista y diplomático, es una de las figuras más queridas y respetadas de la literatura venezolana. Su obra está atravesada por un tono sereno, contemplativo, casi susurrado, que convierte cada verso en una invitación a detenerse y escuchar.
Su carrera literaria empezó a brillar en 1967 con Élegos y continuó con títulos fundamentales como Muerte y memoria, Algunas palabras, Terredad, Adiós al Siglo XX y Papiros amorosos. Montejo no solo escribía como Eugenio Montejo: bajo el seudónimo Tomás Linden exploró una poesía más experimental. En 1998 recibió el Premio Nacional de Literatura de Venezuela, reconocimiento a una trayectoria que había construido con paciencia, fidelidad al lenguaje y amor por la naturaleza.
Montejo fue también diplomático, y sus años en Portugal le permitieron entrar en contacto con otras tradiciones poéticas. Sin embargo, siempre mantuvo una conexión profunda con su país y, sobre todo, con la tierra misma. Él acuñó la palabra “terredad” para describir esa certeza de pertenecer al mundo físico, a sus ríos, sus montes, su aire.
Su poesía es limpia, clara, sin adornos innecesarios. Habla de la vida, de la muerte, del amor y de la memoria con una voz que parece atemporal. Y aunque muchos lo conocieron a través de sus libros, hubo un poema que lo llevó a un público mucho más amplio: La Tierra giró para acercarnos, recitado en la película 21 gramos, que viajó por el mundo llevando su mensaje.
A continuación, cinco poemas que muestran la esencia de su voz. Algunos se presentan completos y otros en fragmento, para respetar su publicación original:
La Tierra giró para acercarnos (fragmento)
La tierra giró para acercarnos,
giró sobre sí misma y en nosotros,
hasta juntarnos por fin en este sueño…
El taller blanco
Quien trabaja en el taller blanco
sabe que los días son breves,
que el pan se amasa con la luz
y la madera con el tiempo…
El gato (fragmento)
No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, estatua pura,
todo silencio, toda luz, pantera…
Terredad (fragmento)
Entre mi nombre y yo, la tierra pasa,
pasa con ríos, montes y rebaños…
El hacha (fragmento)
Cada golpe que da el hacha
en la madera,
hace temblar un poco
el aire de mi infancia…
Eugenio Montejo dejó un legado que sigue vivo en lectores, críticos y jóvenes poetas que encuentran en él un modelo de honestidad creativa. Su voz, pausada y clara, es un recordatorio de que la poesía no siempre necesita gritar para ser escuchada; a veces basta con que susurre algo verdadero. En sus versos está la certeza de que todo, incluso el amor y el dolor, tiene un lugar en esta tierra que gira, siempre, para acercarnos.
Redacción editorial