Gis L. Liendo, es una escritora venezolana, nacida en el año 1997. Estudiosa de la Licenciatura en Letras, en la Universidad Central de Venezuela. Además de la obra “Un magnífico premio” (poema publicado por la revista literaria Alas Abiertas de Latinoamérica de Angel’Sword, en su primera edición), Liendo es autora de “Abajo Cadenas” (parte del poemario antológico “En mis raíces – Latinoamérica para el mundo”), “El niño que perseguía la muerte” (obra que forma parte de la antología literaria “Colecciones extraordinarias / Cuentos para el bolsillo”) y “Almas vibrantes” (parte del poemario antológico “A mi lado para siempre – Quemarme en tu amor será el mayor de los privilegios”), títulos publicados bajo la Editorial Ita. El interés de su obra radica en la apreciación y reflexión vívida de intensos acontecimientos, por lo general al borde de la prosa poética y/o poesía narrativa.
Ojitos otoñales
Gis L. Liendo
Ojitos otoñales, que de mi aliento se guindaron sin previo aviso. Más cautivadores que la brisa del mar y el alba inundando el cielo pintado de cobrizo. Recuerdos que cabalgan con estruendoso silencio, se acercan a mi cama en plena madrugada dejándome sin aliento. No puedo evitar pensar en tus heridas de rosa que necesitaban agua fresca, de aquella primavera no se recuerda nada, ni un diamante sobre el anular de aquella promesa.
¿Qué fue de aquella eufórica pasión que te trajo a mí? Solo fue una ola que vino desde el mar adentro y chocó contra el arrecife con la melodía de un violín. Sirena de mitos y leyendas, entregada a encontrarte dentro de la impulsividad que tu alma genera. No más que una pestaña proclamando un deseo y el muérdago invitando a un despiadado beso.
Que las almas en el averno cuiden de mí, porque despedazado ya estoy sin poder sentir tu cabello entre mis dedos carmesí. Acostado bajo la lluvia en una tormenta sin fin, aferrado a que algún día volverás a sonreír. Como la pólvora al encontrarse con la chispa que la detona, contigo los fuegos artificiales antes eran los sueños de un bastardo que adora, pero llorar en el suelo es lo único que hago ahora.
Las estaciones cambian pero la perdida prevalece. Las sonrisas son pasajeras y el vacío me ha vuelto indiferente. Ojitos otoñales que han desaparecido de mi vida, vuelvan una noche llena de estrellas vigilantes y almas perdidas. Dejaré la puerta abierta para recibirte en la cama enredado entre las mantas. Porque me han dejado como un enfermo en medio de un orfanato, sin amor ni colores vibrantes para cultivarlos.
Que tu respiración vuelva a fundirse con la mía en un secreteo sobre las almohadas, mientras la neblina se cuela por la rota ventana. Hoy no me tomaré mis pastillas que por poco se agotan, hoy me dejaré llevar por la risa del árbol frente al balcón sin sombra. Ese que me ha visto vomitando de dolor, ese que presenció todo sin poder ayudar a tu canción. Labios rojizos y pies pequeños, regresen antes de que los jinetes emprendan su viaje hasta mí desde muy lejos.
Que del epicentro de tu adoración yo soy y mi templo sin razón se ha derrumbado para siempre sin reparación. ¿Cómo puede reaccionar un feligrés si su Deidad se va para siempre? Brasas de naranja color me enmudecen, suben hasta las nubes causando furor mientras el panorama palidece, pero es solo la representación de mi corazón en desesperación cobrado en intereses.
Colmado de incapaces dagas que pudieran atravesar mi cuerpo plagado de resignación, mis piernas congeladas se derriten por la fogata de tu ausencia sin compasión. Ojitos otoñales que a mi esencia hechizó, retornen a su trono junto a mi devoto amor. Preso de un olvido aplastante y sin retribución, en la cima de una edificación he volado como lo hace el albatros.
De tu estela y brillante mirada al fin logro divisar. Era esto lo que necesitaba sin poderlo evitar. La solución vino a mí después de noches en vela un centenar. Pero con mis ojitos otoñales de dulce presencia inusual, mis plegarias al viento agradezco de verdad. Feliz estoy aun si soy cenizas, porque con mi amada la vida es una hermosa y perpetua sonrisa.
A través de mis ojos
Gis L. Liendo
Migajas de misericordia, toneladas de poder. Resguardados tras las rejas sin podernos defender. Años de encierros sin lograrnos oponer, pero aun estando afuera corremos peligro de nuestros corazones detener. Invadidos, ultrajados y cazados. Si no estamos dentro de jaulas con poco que comer, estamos afuera huyendo para nuestras vidas aun poseer.
Capturados en el nombre del bien, pero permanecemos como el entretenimiento de quienes reducen nuestro hábitat sin querer ceder. Sin poder hablar el mismo idioma jamás nos lograrán entender y nuestro sufrimiento va más allá de una herida que puedan atender. Nuestros gruñidos son más que quejas por desinterés, es el reclamo silencioso de una hipocresía que nos quieren ofrecer.
Yo sé de hojas y lagos, de las nubes que me hablan de lluvias y de días soleados. Yo sé de la tierra que añora el agua y de los frutos que me alimentan, se a los que tengo que cazar y de quienes me tengo que cuidar. Pero también sé que las mismas manos que sacian mi sed hoy, también son las mismas que ayer apagaron la vida de mi especie sin compasión, cuando nunca hemos invadido su territorio sino que ha sido al revés sin ninguna explicación.
Amo y entiendo las estrellas, en la oscuridad de la noche me camuflo y encuentro un espacio donde dormir en una cueva. ¿Pero cómo entender de humanos y guerras, de ambiciones, de ciudades, de zoológicos y reservas? Son temas de una especie que en su mayoría solo ha traído tragedia, para nosotros y para su misma existencia.
En las flores veo belleza y en las plumas libertad certera, pero todo color se ha opacado desde que estamos tras las rejas. Somos exhibiciones sin promesas, alejados de nuestros prados, de nuestros mares y de nuestras selvas. A través de mis ojos percibo la espesa niebla que ha caído sobre los animales desde que el hombre adquirió su política y riqueza.
De despertar dentro de muros ahora se basa nuestra existencia. Somos observados y rescatados, pero algunas veces también analizados y al experimento destinados. Por mi nariz no entra ni la similitud de mi hogar desplazado. Cuando sopla el viento levanto la vista al cielo y recuerdo cuando corría con desenfreno, con la tierra escondiéndose en mi pelo y con mis patas hundiéndose en el lodo casi negro.
De los sonidos del páramo solo quedan los recuerdos. Aquí tras jaulas, muros y carceleros de sonrisas amables suspiramos sin esmero. A mi hogar le canto en silencio. Miles de nosotros navegamos en la tristeza de lo que una vez llamamos nuestro. Pero en un mundo de humanos vivimos y no podemos hacer nada al respecto.
Sus manos me han curado una que otra vez y eso lo respeto. Pero suplico porque no esperen agradecimiento sincero, si he visto con mis propios ojos a muchos de ellos apuntarme con sus armas de fuego, incendiar nuestros nidos y senderos, para luego clasificarnos en cajas de acero. Lloramos por lo que nos han hecho, muy profundo y muy adentro.
El hombre puede que entienda cómo me siento, porque una cosa o dos he aprendido de su reino. Aun siendo de su propia especie a ellos mismos este insoportable mal también se lo han hecho. Traicioneros, avariciosos y complejos. El corazón de un animal perdona a través del tiempo, pero ojala un día les pese tanto todo lo que nos han hecho. Nos han exterminado casi por completo, pero ahora pretenden que nos divirtamos encerrados en sus muros de concreto.
De rodillas
Gis L. Liendo
Eran las flores de primavera, la manera en que la brisa me invitó a admirarte por vez primera. Como el hilo de tu vestido se enredó en mi corazón espinoso, hablaba mucho de que era un acontecer inevitable y prestigioso. Sentados al borde de un acantilado, coleccionista de cadáveres de corazones muertos por inanición de aquel alimento llamado amor. En la cima de tu especulación algo nos conectó.
Miedo y sudor bajaba por mi camisa de rojo color. En tus labios, un almohadón de carne de exquisito sabor, mi deseo se enfocó. Besados por un “tal vez” y caminando entre cuerdas flojas de un posible “haber” libre de rencor. Era el cielo escribiendo una historia capaz, un cuento y un despertar. Sin jerarquías ni mendigaciones que nos recuerden el ayer, aquí saltamos juntos los trampolines mientras estemos juntos y así poder crecer.
De constelaciones arrastradas por el rocío de un brillo en tus ojos flechando a los míos. De tu sonrisa como marquesina divina he encontrado mi hogar, mi lugar seguro carente de frio. Tropezando con tu aura vibrante de radiante sol, en tus palabras mi órgano motor palpitó. Pasos descuidados en un paseo sin rumbo ni obligación, el pasado con el presente conspiró, trayéndonos un trato firmado por Eros sellándonos con su amor.
Agua bendita que de entre tus causes libera la profunda prueba de la química y es que entre las estatuas de Afrodita me arriesgo a decir que tu provienes de su casta radiante y atractiva. Que de colores rosáceos tu piel muestra con júbilo culpable ante lo que claramente para mí supone una explosión poderosa de emociones sublimes y cautivantes.
Canciones del corazón suenan dentro de mi pecho al ver tu sonrisa descolocando mi cognición, fuera de espacio y tiempo estoy solo por tu amor. ¿Cómo podría creer en las casualidades, después de encontrar a mi piedra angular entre tantos desaciertos y tormentosos bailes en pareja que me dejaron en desolación? Este era el momento y la razón, no podría guardar ningún arrepentimiento ni aversión, porque finalmente llegó a mí el faro que en altamar me guió.
Todas las noches son un llamado de devoción, nos dejaremos llevar por la noctámbula orden de aladas criaturas ululando una copulación. Si bien lo único certero es el caer yertos sin respiración y anhelando la piedad del creador en el plano desconocido, mi ritmo cardiaco se detendrá encantado dibujando un insensato guiño, lleno de gozo por haber tenido entre mis manos el elixir paradisiaco de un amor bien disfrutado y vivido.
Siempre sediento de tus letras rozadas por la lengua tenaz, cómodo entre tus piernas de lozana veracidad, hambriento de escuchar tu conocimiento recitado en un cantar. Haz fabricado la llave de una puerta que no sabía que bloqueaba mi caudal. En ti he descubierto más células dispuestas a amar que a odiar. Ahora entiendo al villano cuando dice que ha encontrado a su musa que lo inspira a cambiar y por quien se arrodillaría con satisfacción sin querer batallar.
Devorado por amor
Gis L. Liendo
Divinidad derramada en una gota de sangre, fresca y embriagante. Nada más alejado de la verdad que yo evitando derretirme entre tus piernas, curvilíneas como dunas en una madrugada donde el frío es mi enemigo y tu latido es mi faro en medio de altamar. Colgado de un pino rojo, luchando por mantener mi cordura atada a tierra, cuyas raíces se filtran escapando de mi certeza.
Me has infectado a base de extrañeza, un aroma peculiar impregnándose en mis venas. Es tu esencia, redecorando mis neuronas y mi simpleza. Arraigado a tu cintura de vampira condesa, arrastrándome en medio de la tierra por un beso de dulce néctar. Posicionaste tus ojos en mí como un francotirador de la embajada inglesa, he aquí tu servidor hambriento de tu juventud y proeza.
Sin promesas, sin religión ni etiquetas. Recostado sin tela, vagando por una orden o una cena de tu piel tersa. En el lecho discutiremos la barbaridad que me has tejido entre las estrellas. De tu voluntad soy un extraño y obsesionado guardia de la realeza. De tu belleza un admirador sombrío que por dentro desprende colores y auroras boreales, como un cuento para dormir sin filtros ni exagerada destreza.
Psicológico y celestial, puedes venir de la flora o de lo bestial, pero ante mi danzarás haciéndote cargo de tu inmortal hechizo sin igual. Poseído entre versos y velos de sueños persuasivos, te veo en cada espejo de un alucinante destino. Ofrecido en bandeja con delirio, por ti no me importa que el corazón se me detenga en medio del estribillo.
Insaciable y constante avance, mostrando los colmillos sagrados con los que implantaste en mí el veneno de la locura, al que los poetas llaman amor y en el averno le decimos perdición. De reyes y coronas podemos hablar más tarde, cuando las palabras se las trague el silencio incesante, ahogadas por los temblores convulsivos del éxtasis saturado de tu deseo y el mío imperante.
Posibles herejes o vivientes retorcidos. No sabía que mi mundo podía cambiar con tan solo el parpadeo de un remolino. La fuerza atroz de tu pisada en mi suelo de cedro pulido, agrietó todo lo que antes había aprendido o definido. Una ola masiva que inundó sin compasión con cada pétalo suave y letal cada uno de mis recovecos fríamente construidos.
Sentenciando mi mundo como si solo bebieras una copa de vino. Por un momento me sentí tosiendo dentro del cristal como un diminuto ser entrando en tu dominio. Lo contradictorio de esta invasión sin previo aviso, es que en vez de estar huyendo al otro lado del camino, me estoy dejando llevar entre tus alas de ser divino, infernal o hibrido.
Vestido para la ocasión, no he traído ni un alfiler con el que puedas apuñalar mi ego podrido, pisoteado e inservible desde que llegaste con el rocío. Si es verdad que somos animales que aún conservan sus instintos, he perdido la batalla por revelarlos todos contigo. Fuera de mí y solo guiado por lo prohibido.
Aquí he de saltar entregándote todo mi cuerpo, sin esperar algo a cambio en efecto. Esta noche puedo ser devorado en cada uno de los aspectos y aun así habré muerto satisfecho. Los deseos más profundos vienen de lo visceral y lo extremo, así que esta noche seré tu comida sin remordimientos. Un antojo merecido y servido, hace de mi propósito un complejo vivido.
Mil maneras de morir y yo he escogido entre tus dientes irme a dormir. Entre tu lengua probarme a mí mismo con sadismo y pretensión, viendo como tus pupilas se dilatan por la mera excitación. Siendo tú el pincel y yo el óleo obsceno exhibido con vista al balcón. Seré para ti el cadáver exquisito que tenía dentro una hermosa canción. Y tú serás para mí en mi último aliento, la diosa que me quitó la vida al saciar mi sed de un mortífero amor.
Alquimia de almas
Gis L. Liendo
En el umbral de la conexión de tus sensaciones con las mías, puedo divisar a lo lejos un deseo que podría cumplirse o dejarnos en ruinas. Amores pasados flotando en la nebulosa de las experiencias cual aceite en nuestra piscina de lágrimas de alegrías y sonrisas, porque tu amor me hace componer una canción sabor a almendras y sandias.
Abejas polinizando el corazón de un invernadero que antes estuvo en desolación. Sonidos vibrantes en una habitación, una sensación imparable de amor y excitación. Corriendo a kilómetros por jamás pronunciar un adiós. El olor de tu cuello me llama la atención, cual perfume natural que me atrae como la sangre a un tiburón.
Sujetos en teclas de un piano reformado capaz de hacer danzar a la realeza. Inspirados por constelaciones que nos desdibujan como los trazos de una cometa. Descansando en tu pecho de maldito poeta, dándome cuenta de mi suerte de pantera convertida en gata doméstica, solo por saborear tus labios de chocolate y esperanzada de una promesa.
Suspiros de primera vez, desespero de restar la tela que nos impide ver. Inhalando tiempo lento como opiáceos en un cabaret. Besos de sangría y reflexiones de niños aprendiendo a creer. Cosmos en un deletreo de sensualidad sin pretender. Salvavidas en un naufragio de un corazón que no quería encender, has sido tu mi verbo y predicado que me ha enseñado a renacer.
Un mundo perdido en la silueta de la esquina por descubrir, de tu sonrisa excitada exclamándose venir. Versos enredados en mi cabello oscuro de bruja enamorada sin una palabra que decir, anhelando la estabilidad del ahogo de un frenesí. Ha sido así desde que te vi cumplir, palabra tras palabras has tejido para mí e inesperadamente has hecho que mi corazón vuelva a latir.
Un pequeño reojo al pasado, sentados en columpios separados. Sangrando y con el corazón en la mano, suplicando una miga de amor entre tanto dolor y rechazo. Moldeados en colores de azules y violetas de encanto, oliendo a canela y extasiados de nuestros poderes para recuperarnos. Atrás ha quedado el pasado, ahora nos hundimos en líquido compartiéndonos los pecados.
Sobredosis, expuestos a recuerdos y canciones. Demonios agonizando a las puertas de una unión sin débiles eslabones. Invocando a la luna con nuestras lenguas haciendo predicciones. Seda envolviendo caricias en nuestra piel cual bombones, mientras tus manos fuertes sujetan mi insensatez a trompicones.
Exhortos de la noche infinita capaz de cambiarlo todo. Convirtiendo lo imprevisible en un suceso capaz de reparar hasta lo más roto. Pupilas inmersas de galaxias y sueños locos. Silencios delirantes como en la escena de algún robo. Veloces para descifrar las tormentas que hemos librado solos. Heridos de gravedad pero sin morir solo por el morbo.
Suerte de lotería o el azar en las barajas, liberados en un estruendo de lágrimas en llamas. Un lazo nutrido por bajos instintos e inocencia disfrazada de moral insana. Mortífero cristal capaz de convertirse en arma, danzando al ritmo de una balada. Hasta aquí nos arrastró el deseo y la necesidad de nuestro propio cuento de hadas. Derritiéndonos para siempre en una alquimia de almas embelesadas.
Intensos, sensibles y apasionados como me gustan los versos, narrados en tu prosa agitada. ¡Enhorabuena!