(Chiclayo, Perú 2001). Gabriel Orlando Regalado Montalvo o Gabo Montalvo, es escritor, poeta, columnista de la Revista digital Kametsa, e integrante del Movimiento Cultural Internacional ERGO. Se encuentra cursando la carrera de Administración de Negocios Internacionales.
Ha publicado mayormente poemas y cuentos en diversas revistas literarias. Fue finalista de un concurso de poesía organizado por la página web literaria Sweek en español. Todo ello con poemas y cuentos como: «Cabeza decapitada», «He muerto», “Deformación», «El sol ha desaparecido», «La caída eterna», “Rojo sobre rojo”, entre otros.
Ha participado en cuatro antologías literarias, una digital, otra audiovisual y dos físicas. En el mes de junio 2021 su cuento «Mi querida Natalia»,
. Ha publicado una plaquette de poesía titulada: “La teoría del final”.
Lo extraño de nosotros dos
Es extraño
la violenta paz de mi pensamiento
de pensar en mí al pensar súbitamente en ti
luego de tener un pensamiento ligeramente extraño,
enormemente único, y satisfactoriamente también tuyo;
de nosotros dos.
Ambos sabemos que lo que sentíamos ajeno
o extraño a nosotros,
no es ajeno ni extraño
entre nosotros dos.
No quiero que sea extraño
pedirte a ti que te eches a mi lado,
pedirte que me dejes esconderme en tu pecho
hasta que todo pase,
o hasta que tú quieras esconderte en el mío.
Sabes que tengo miedo a volverme mañana,
o a olvidar cosas nuestras del ayer
o a dejar de estar sin tu presencia súbita y entrañable,
es extraño ese miedo en mí,
pero para nada es extraño dejarme atrapar por tus brazos,
dejarme enredar por tu cuerpo,
vaciarme y llenarme entero en tu boca,
sorprenderme por tu majestuoso cielo directo y disperso.
Sé que eres tú,
o lo extraño en nosotros,
pues sé, que en tu mirada encontraré partículas
necesarias para mi plenitud
o quizá el camino
para encontrarlas en mi mirada al mirarte a ti,
como mi pensamiento tuyo,
ligero y subjetivamente eterno,
y para nada extraño
de dejarme morir en mí mismo
para empezar a vivir en ti,
con el pensamiento de pensar en mí
al pensar súbitamente en ti
luego de tener un amor de pensamiento ligeramente extraño,
enormemente único, y satisfactoriamente también tuyo,
de lo extraño de nosotros dos.
A lo lejos
A lo lejos descifro tu silueta
y se me empañan los ojos
de sangre transparente.
A lo lejos te veo
y se me viene encima
una enorme pena,
y al mismo tiempo,
un gran alivio, pienso;
de que ya no estés en estos tiempos
de cosas fermentadas y arrepentimientos.
Tú me miras sabiendo;
bien sabes que sufro,
que me lamento,
que me desvanezco,
que me tropiezo,
que me escondo.
Me visto con un traje de fuerzas
que parece que ya no tengo;
y a lo lejos veo tu silueta borrándose
y aclarándose en mis recuerdos,
y aún desde lejos
tu voz de bellas flores me alcanza
siembra en mí y acaricia mi cuerpo
-que me doy cuenta-
está convertido en un jardín.
Desde la distancia mortal que nos separa
me sigues dando fuerzas,
que pensé ya no tenía;
como cuando fingía dormir a tu lado.
Ahora que me miro al espejo
hay una distancia no tan mortal
y no tan distancia
del niño que yo era,
con tu voz, que aún desde lejos,
-florece en el jardín de mis recuerdos-
a pesar de estar en estos tiempos
de cosas fermentadas y arrepentimientos.
Creo saber
Creo saber dónde estás
creo saber que estás
por el suelo, por las paredes, por el aire;
en lo que bebo, en lo que como,
en lo que punza;
consumiéndome imparcialmente.
Vienes acompañada siempre
de una mirada insólita
de una lengua incesante
de tus piernas adormecedoras
y de tus brazos profundos
y sobrecogedores;
y me consumes ya,
totalmente.
Creo saber dónde estás,
incluso saber,
cuando tú no lo sabes
ni deseas saberlo.
Creo saber, ignorando lo fatal,
imparcial o totalmente,
que alguno de los dos
ha perdido aquella serenidad
que juro quedarse.
Y detrás de “alguno de los dos”,
se esconde un: he perdido.
Y detrás de un “creo saber”,
te escondes tú;
por el suelo, por las paredes, por el aire;
en lo que bebo, en lo que como,
en lo que punza,
en lo que fuerzo a callar
en lo que asesino de mí a escondidas.
Y delante de todo,
se presentan los poemas,
los otros poemas
imparcial y totalmente.
No existo
Estoy observando varios rostros
y ninguno es el mío.
Ya he visto varios cielos,
y que pena que el que llueve sobre mi cráneo,
esté muerto y apagado.
Todos tenemos un cristo en el alma
que desapercibidas veces,
se cansa de no aparecer por voluntad propia;
o un diablo que explota en llanto
de tanto arder en maldades ajenas;
o un vacío que termina por hincarte la piel
en palabras de piedra.
Y vomito ese asqueroso sentimiento;
pues todos parecen estar satisfechos
de saber que respiro
que mastico
que me visto-de quién sabe qué, pero me visto-,
y de no saber que camino sin rostro, sin dientes;
que estoy enfermo
de cristos, diablos, y vacíos dolientes,
y de saber que en verdad sí respiro
que mastico,
me visto, lloro, insisto;
pero la verdad siento
que no existo.
Humanamente inevitable
Las paredes de cartón
ahora convertidas en cemento,
translucidas y casi imperceptibles.
Caminando entre ellas
sin advertirlas,
sin conocerlas,
sin apreciarlas.
Y de pronto,
tu mirada de yeso y cielo infértil
va cayendo en un túnel abismal,
sordo y oscuro,
profundamente oscuro.
Y tú, mudo y absorto,
amarrado de pies y manos,
en tu caída que parece infinita;
vas pensando en lo que alguna vez amaste
en donde y con quien te sentiste vivo
en los sucesos impensados
en las personas equivocadas
en los rostros que usurpaste
en los dientes caídos
en los besos no dados
en el llanto que ocultaste
en las dulces manos que te acunaron
hasta desaparecerlo todo.
Y sigues cayendo,
y has dejado de notarlo.
Los ángeles endemoniados
y los demonios angelicales;
aquí y allá, gritas, está hecho todo un caos.
Ellos empiezan a carcomerte mientras caes, sólo caes.
Unos conversan lo vivido,
otros te recuerdan que todo ha terminado.
Y percibes sigilosamente
que vuelves a ese principio impalpable;
como un círculo vicioso y empecinado.
Y de pronto,
sientes unos dedos fríos recorriendo tu pequeño cuerpo,
y brota de ti,
un llanto humanamente inevitable.