Poemas del poeta venezolano Teodoro A. Corona Chuecos

Nacido en Barquisimeto, Estado Lara, el 20 de octubre de 1940, cuenta con formación en Administración Comercial, estudios de Gramática Española en la Facultad de Filología del Centro Universitario CIESE-Comillas, y un Diplomado en Filología Hispánica, Literatura, Cultura Española e Hispanoamericana; escritor, poeta y articulista de prensa, es padre de tres hijos y abuelo de cinco nietos. Entre sus publicaciones destacan el libro “Su Excelencia el Amor”, Editorial PR-Ediciones, Madrid, España, 2011, la “Antología de Theo Corona” en la página web española “Poemas del Alma”, 2012, el poemario presentado en el VII Concurso Nacional de la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, Caracas, Venezuela, 2015, la segunda edición de “Su Excelencia el Amor” en Autores Editores, Madrid, España, 2019, el libro “Sin niebla en los ojos”, Editorial Española (EAE), Madrid, España, 2019, publicado también en formato virtual y como audiolibro, el cuento largo “La Aparecida de la Broza”, Europa Ediciones, Madrid, España, 2019, la antología “La Revista de Marcela”, Ediciones Kinder, Amazon, 2020, además de ediciones varias publicadas por Editorial San Pablo en Caracas. También ha desarrollado trabajos académicos y monografías en la plataforma digital monografias.com, entre ellas El silencio de María (2014), El amor sin barreras (2014), Sin niebla en los ojos (2012), La aparecida de la Broza (2011) y Su Excelencia el Amor (2011). Su labor literaria se ha extendido como escritor independiente para la Editorial San Pablo, donde ha producido diversas obras de carácter religioso para la Sociedad de San Pablo Venezuela, además de ser colaborador en la revista homilética Vida Pastoral, desempeñándose como redactor de estilo, y articulista del Diario El Globo de Caracas, Venezuela, durante diez años.

Desde pequeña, Daniela sintió que su vida caminaba de la mano con las palabras. Su repisa rebosaba de libros: desde Julio Verne hasta intrépidas distopías y romance juvenil. Entre sus lápices de dibujo se ocultaban libretas repletas de fantasía, y entre sus muñecas, cuentos polvorientos de su propia autoría.

No recuerda con exactitud cuándo comenzó a leer y escribir. Solo sabe que ha formado parte de ella durante la mayor parte de su vida, como un hábito tan natural como respirar o soñar despierta.

A los diez años narraba la historia de una princesa perdida; a los trece, relatos de romance y realeza; y a los dieciséis, poemas. Decenas de textos bajo seudónimo esperan en silencio, guardados entre sus notas, aguardando el momento de ver la luz.

Hoy, sus versos parecen haber encontrado en su mente un refugio cómodo para quedarse. Y ella espera, con todo su ser, que sea para siempre.

El Hombre Eléctrico

A veces siento, en mi delirio, que me hablas.
Siento el calor en tus dedos, el color de tu calma.
Siento el enervante brillo de tu mirada.
Siento el vendaval rodeando aquellas pupilas, aquel espíritu diletante.
Siento aquellos zafiros cual sonrisa amante.
Siento la chispa cuando tocas mi mano,
aquella chispa de hombre eléctrico.

Siento el incesante grito de tu corazón,
y de tus ropas el olor a incienso.
Siento la calma,
el susurro suave,
la dicha cuando me llamas.
El sisu en tu lengua, lo largo de tus pestañas.
Siento paz,
siento amor,
siento muerte,
siento calma.
¿Pero cuándo he de sentir que me amas?

Gusto a Canela

Cuando dices, morena, que me amas,
es tan cálida esa dulce melodía.
Mi corazón se torna hábil danzante,
pues sin usted, yo sin más, moriría.

La lluvia se desliza por tus mejillas,
tan heladas cual azul lobelia.
Si yo te confieso que te necesito,
¿sería esta la más cruel de las condenas?

Tu piel es canela, tu piel tiene gusto a canela,
tus labios piden a gritos que los bese.
Mas están en silencio…
¿Cómo podría yo simplemente hacerlo?

Te estremeces bajo las gotas de lluvia.
Tus rulos salvajes están empapados.
Tus brazos buscan vida en los míos,
yo no tiemblo de frío, tiemblo asustado.

Tus ojos mi alma acarician,
quieren dejarme sin aliento.
Tortura incesante si estás cerca mío,
y yo temo decir todo lo que siento.

Tu piel es canela, tu piel tiene gusto a canela,
tus labios piden a gritos que los bese.
Mas están en silencio…
¿Cómo podría yo simplemente hacerlo?

Suelta mi corazón, déjalo en paz, morena,
yo no podría de ti alejarme.
El frío ha envuelto mis extremidades,
si no huyes de mí, ya será muy tarde.

Dime, qué hacer, mi morena.
Pues luces como un ángel bajo el agua.
Si mi temblor es irremediable cuando te veo,
yo podría morir por uno solo de tus besos.

Tu piel es canela, tu piel tiene gusto a canela,
tus labios piden a gritos que los bese.
Mas están en silencio…
¿Cómo podría yo simplemente hacerlo?

De Tierra y Sangre

Quiero que mi mente vuele como papalotl,
y que el mar atraviese todo centímetro en mis venas.
Que el susurro suave de la selva alivie mis pesares,
y el viento etéreo limpie hasta la última de mis penas.

Cavilando ansioso sobre un árbol de guanacaste,
se encuentra la más bella alma elocuente,
amando el lugar en donde nació,
en cada suspiro pensando si su afecto será suficiente.

Devoto al sabor dulce de la marimba,
a la melodía que le evoca a su tierra,
al cálido color canela en su piel,
a la melodía en las flores, tan radiantes cual primavera.

A toda danza que es bailada.

Al Chiapas que lo vio crecer,
a ese inigualable sentido de pertenencia.
A cada espacio, rincón pletórico y distante,
a la eufonía del quetzal despertando su conciencia.

Que lo hace sentir perplejo,
que entona cantos en toda lengua.
Exquisitas notas en tzotzil y kanjobal,
que se cuelan hasta en la más inhóspita vereda.

Y un beso de labios zoques…

Que con su boca labre emotivos versos,
de poeta que anda entre los árboles frondosos,
de manos ásperas que han tallado el barro,
que han cocinado el mole más prodigioso.

Igual que una caja infinita de colores,
residiendo en su sangre, en su transcurrir ruidoso.
Con la esencia de toda cultura en sus palabras,
que se ha vuelto elocuente, que lo ha vuelto dichoso.

Aquella sangre que es del norte, del sur y de la costa,
que se sella en su corazón rebelde,
que se borda en su vivaz vestimenta.
En un destino eterno, en el porvenir más indeleble.

Redacción editorial

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