En su pluma se evidencia a una mujer, a una gigante que lo canaliza todo y nos lo entrega aquí, porque podemos ver esa conexión cronológica de sentimientos que la han convertido en la observadora aguda y capaz que es hoy.
Ha sobrevivido, nos muestra. Ha sentido el estigma del tiempo marchitando sus cimientos. En su corazón se avecina la tormenta y hay torbellinos eternos, como si su vida se tratara de un planeta distante, sin superficie, lleno de miedo y de días con flores rojas que al florecer traen muchos recuerdos.
***
INVIERNO
Se heló mi corazón
con los primeros copos de nieve
del invierno.
El frío helador
atravesó tus huesos
llegando a mi alma,
sintiendo yo ese frío
que a ti ya no te alcanza.
Recordando el gélido mármol
donde tu cuerpo descansa.
Se heló mi corazón,
se congeló mi alma.
***
SOLEDAD
Me acompañas
ahora y a deshora.
Me persigues
en el tiempo y a destiempo.
Me hipnotizas con tu sombra,
con tu vacío me azotas.
No existe compañía tal,
estoy sola.
***
EN SENECTUD, VIOLENCIA
De esa soledad,
de esa tristeza,
nadie gusta hablar.
La flor de juventud
ha marchitado,
a la senectud
ha dado paso.
Injusticias, malos tratos,
de joven tolerados,
se convierten en azote, ahora,
de enfermedad y desamparo.
Desolación te provoca
tu ser amado.
No comprendes cómo,
cómo te puede hacer daño.
Ahora que necesitas ayuda,
comprensión y amparo.
Ahora que necesitas
unas manos suaves
que acaricien tu pelo,
unos labios que te besen,
que te digan te quiero,
una mirada dulce
que calme tu dolor.
Una sonrisa amiga
que te transmita amor.
Encuentras en cambio
incomprensión,
falta de ayuda, desamparo.
Encuentras dolor,
encuentras maltrato.
Ásperas manos
que encrespan tu pelo.
Labios que insultan,
esputan improperios.
Miradas con ira
te destruyen por completo.
Sonrisas envenenadas
te dejan ciego.
Violencia que no cesa.
No aceptas ayuda.
No deseas terminar
con esta locura.
Mi mano tendida,
mi corazón herido,
sentimientos confusos,
acciones interpuestas.
Auxilio y ternura (imploro)
para estas madres,
para estas abuelas,
de alma pura.
***
ALLÍ UNA Y OTRA VEZ
Otra vez allí,
en la profundidad
de ese recóndito lugar,
entre la inmensidad
y la oscuridad.
Donde la visión es borrosa,
donde la percepción es brumosa.
Sí allí,
en ese mismo lugar
donde habitan las tinieblas
y se abraza el dolor
con espinas de tristeza.
Allí
donde se siente
el miedo aterrador
y se disculpa la soledad
con el sonido del silencio.
Allí
donde las montañas son tan altas
que sus cimas no alcanzas a ver
ni escuchas los susurros
del rugir de sus entrañas.
Allí
donde no existen caminos
ni lugares a donde ir.
Allí
donde la tierra que pisas
no te deja dar pasos
ni levantar un pie.
Otra vez allí, sí allí,
desde el lugar
que dificulta volver,
desde el lugar
al que regresas
una y otra vez,
una y otra vez.
***
A TRAVÉS DEL CRISTAL
A través del cristal,
del cristal de la ventana,
veía a mamá descender,
descender de la montaña.
El aire quemaba sus mejillas,
el sol templaba su alma.
Su negro gorro cubría
su cabello de color plata,
gorro que contrastaba
con su nívea cara.
Por un camino de piedras,
caminaba.
Los pájaros a su paso,
con su trinar, la saludaban.
Las flores y el cielo claro
con sus colores la cortejaban.
Ni la lesión ni la talla
aminoraban su marcha,
deseosa ella,
de llegar a casa.
Su jersey de rombos,
verde, verde esmeralda,
y su pantalón de pana,
la protegían del frío,
del invierno, la resguardaban.
Dulces canciones componía,
dulces canciones entonaba.
A la entrada del pueblo,
yo, la esperaba.
Sus brazos acogedores
parecían alas,
alas, donde yo me acurrucaba.
Su sonrisa, su mirada,
sus ojitos de garza,
me tenían hechizada.
Mi carita de niña,
a ella, enamorada.
Ahora miro a través del cristal,
del cristal de la ventana.
No consigo ver a mamá,
mamá no llega a casa.