4 poemas de la poeta argentina Silvia Ravazzano

Silvia Ravazzano. Soy argentina, nacida en Buenos Aires, pero vivo en la Patagonia desde hace 37 años. Estudié Letras y ejercí la docencia hasta el dos mil diecinueve.

Publicaciones: Docente de literatura, he publicado en antologías autogestionadas: “Desde el sur” en el 2000 Tercer Premio “Publicación” en Letras de la SADE (Sociedad argentina de escritores) en la Patagonia Central en el 2002.

Antología Primer Premio Certamen Gonzalo Delfino, Secretaría de Cultura de Chubut, año 2006. Con el alma en el aire, organizado por Fundación Cultural del libro y la lectura de Comodoro Rivadavia, Chubut en el año 2006.

Últimamente me eligieron en vuestra Editorial con mención honorífica. Intento comenzar en redes @ravazzano_silvia

Mujeres hambrientas

Hay mujeres

en la lluvia que se trepan a los árboles.

Son polvo, estopa mojada deshaciéndose

en la neblina del otoño.

Chillan,

devoran las flores coposas como plumas

y exhalan un perfume dulzón

que tapa al mundo.

Braman,

sorben las ramas de los cipreses,

sedientas de reproches

en las gargantas invisibles.

Se culpan del desamor, de la travesía

por los caminos ya marcados,

se mecen entre las ramas, se empujan, se abrazan.

La luz de la luna las muestra en círculo,

agobiadas de tanto odio, de tanto amor.

Mujeres en el bosque

Se ovillaron como las semillas

esperando el aguacero que

se queda en las copas,

(tan espeso es el bosque).

Cada una transcurrió el tiempo de las estaciones:

empaparse y deshacerse,

cubrirse de moho e ir hundiéndose

entre las hojas del otoño,

recibir a los insectos invisibles

que corroen los ojos, la boca, el pecho,

quedar con las cavidades abiertas,

transitar las noches, mientras

los cuerpos son barcazas

que se desarreglan, se desbaratan, se transforman

con el manto de las campanillas

silvestres que cubren el suelo.

Al final del verano, fueron flores azules.

Instrucciones

Aguarde hasta dos semanas de florecido.

Elija un frasco de cristal

y déjelo durante siete noches bajo la luna nueva.

Tómelo con las manos muy limpias y colóquelo

bajo el lirio.

Luego, recoja el polen de sus flores

con la ayuda de las yemas,

desarticule los granos, tóquelos

hasta que se impregnen los dedos de amarillo.

Finalmente, complete con agua de lluvia y

prepárese un té cada vez que las fuerzas le falten.

La esencia de lirio nunca se acaba.

Una mujer distinta

(Infancias en 1968)

La niña se rompe el ruedo

del vestido de tul con lunares bordados,

mete los dedos en la tela hasta

rasgarla y hacerla hilachas.

Odia los vestidos, los moños,

los zapatos blancos con medias de encaje.

Quiere trepar a los árboles,

quemar las muñecas y los cochecitos de bebé

que le trajeron los Reyes Magos.

Desea fabricar una casa,

cortar la madera a serrucho,

martillar, pintar las tablas con barniz,

arrimarla al pie del eucaliptus y meterse

allí,

a resguardo de la intemperie de los distintos.

Santa Perpetua y Felicitas te protejan.

Cuando te arrojen a la arena del anfiteatro

y el leopardo te rasgue la piel y el verdugo

te decapite en el segundo golpe.

¿Qué mujer te besará en la boca para despedirte?

-No puedo ser diferente a lo que soy- me dice.

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