Tibisay Vargas Rojas nació en Caracas, Venezuela (1961). Escritora venezolana, Licenciada en Educación, Mención Lengua y Literatura por la Universidad de Carabobo, y Especialista en Docencia Universitaria. Facilitadora de Talleres Literarios: CONAC, Casa Nacional de Las Letras “Andrés Bello”.
Sus textos han sido publicados en revistas y periódicos (físicos y digitales) nacionales e internacionales. Su obra forma parte de varias antologías literarias, y ha sido galardonada con premios nacionales en poesía. Ha publicado los poemarios Llana palabra (1993), Pasollano (coautoría, 1993), De humo y sal (1998), Tachaduras (2000), Tema de miseria (2002, reedición 2019), De un patio a otro (2005), Tercera Persona (2008) y Poemas (2009).
En ocasiones hemos conversado. Cada vez que puede me muestra con orgullo esa montaña que rodea a San Juan de los Morros, la ciudad donde está residenciada actualmente. Puede verla como si el Morro entrara por la ventana. Ese día que hablamos estaba nublado y pesar de la distancia hubo un momento de nostalgia de esos que como un aguijón te atraviesan el corazón para hacerte querer volver, como si de alguna manera pudiéramos estrecharnos las manos o darnos un abrazo en el mismo suelo que nos hace ser lo que somos.
Hablar con Tibisay es encontrar a una mujer que desde su ventana describe y respira la poesía tal cual la crónica incompleta que tenemos el deber de escribir con el pasar del tiempo.
¿Qué influencia tuvo su abuelo materno, Manuel Antonio Rojas Trujillo, en la creación de su primer poemario, Llana palabra?
La mayor: me presentó el llano. Para una niña cuyo nacimiento y primera infancia tuvo montañas referentes a donde mirase (y no simples referentes de paisaje, sino sensibles colosos del discurso de raigambre como El Ávila y Los Morros de San Juan), la planicie resultó un misterio abrumador. Eso significa aun hoy día para mí el llano, y algo conmovedor también debió ser para mi abuelo cuando a sus doce años tuvo la experiencia de vivir en él.
Un muchacho de ascendencia canaria criado en los valles del sur de Aragua entre cerros y verdor debió sufrir un impacto profundo tras el desarraigo. Fueron dos años de convivencia en las tierras de su padrino apureño, de donde del chico que arribó rubio sonrosado con su estampa tinerfeña, poco quedaba en el adolescente apremiado hombre, curtido, y con la mirada velada de otro sueño que regresó a su tierra aragüeña.
Las historias decantadas en conversaciones familiares y la pasión manifiesta en los modos de mi abuelo calaron profundo en mi sentir, y no podría quedar al margen de mis haceres. Permear de llano mi poesía fue también una iniciación, y contemplarlo, parafraseando a Enrique Bernardo Núñez, me reclamó una interpretación. La llanura no es el malabarismo de razón que llaman paisaje, es la insondable garganta del tremedal que atisbó Gallegos en su “devoradora de hombres”, y el polvillo de nostalgia que nunca se desprendió del sombrero de mi abuelo. Yo sólo pedí prestadas sus palabras.
Ha mencionado que la naturaleza y las tradiciones familiares son temas recurrentes en su obra. ¿Cómo logra que estos elementos se conviertan en metáforas poéticas?
Sólo citamos con amor lo conocido, lo trajinado, y ambas cosas, los haceres de familia y lo comúnmente llamado naturaleza componen un referente que reinterpreto muchas veces en mi oficio como traductora del sentir. Si se vive atento es, diría natural, convocar lo contemplado, y si la palabra es el medio, la metáfora el recurso.
La poesía es, y lo digo una vez más, el lenguaje que siento cónsono con mi ser. Conocerla fue un enamoramiento instantáneo, un deseo de poseer la forma y la fórmula como también gusto decir, y por supuesto, como también sostengo, la poesía es el recurso del amor. Puede que muchos discrepen, pero sólo se puede escribir poesía desde ese sentimiento.
En su opinión, ¿cómo ha evolucionado el movimiento poético en Venezuela en los últimos años, especialmente en el contexto de la crisis económica?
El término “evolución” resulta polémico cuando se usa en el contexto literario. Implica que un entorno cambia y eso a su vez determina qué caminos deben tomar los entes existentes para sobrevivir o adaptarse como especies, qué cambios deben realizar frente a las contingencias. En literatura, históricamente, más bien puede observarse que los cambios en los géneros o en los movimientos son muchas veces enfrentamientos a lo establecido o permanente, los entes son los que buscan cambiar los entornos, romper sus rutinas de existencia, fracturar la realidad literaria y provocar una nueva versión en forma y contenido del mundo imaginario. Se dice que los movimientos nuevos siempre se expresan en su propio presente, pero desde el futuro. En Venezuela los distintos movimientos literarios han cumplido con esa “tradición” de anunciar y darle existencia a la novedad, adelantar el futuro.
Hay poetas con un discurso o voz sorprendente e inesperada que vienen a dar otra figura al entorno poético nacional. Ejemplo de ello fueron los grupos El Techo de la Ballena en la década de los sesenta y Tráfico en los años ochenta. Ambos surgen en unos momentos especiales de nuestra historia contemporánea. Habría que preguntarse si, a estas alturas del siglo XXI, esas hablas poéticas y sus propuestas todavía nos afectan. Otra situación determinante en la historia contemporánea de nuestra poesía fue el boom de los talleres literarios, eso permitió un remozamiento sin precedentes en nuestro hacer imaginario. Creo recordar que ese fenómeno es impulsado desde el Estado a mitad de los años setenta. ¿Quién no recuerda al Conac y su política nacional de talleres?, sin embargo, la crisis barrió con esa iniciativa y hoy apenas sobreviven con la intermitencia de luces de bengala algunos talleres personales o privados a escala nacional. De estos talleres surgió una camada interesante de la que tristemente las circunstancias políticas y económicas fue dejando a muchos por el camino. Hablar allí de alta o baja calidad literaria en quienes se sobreponen y asumen el oficio es algo a evaluar. Un último factor es la diáspora. ¡Cuánto escritor venezolano ha tenido migrar para dejar de serlo en esas nuevas tierras y dedicarse a sobrevivir!, muy contados son los que se conservan como una voz en esa circunstancia.
Ahora bien, lo económico y su agravamiento ha deprimido altamente el mercado editorial, es innegable que hoy hay menos editoriales y librerías en Venezuela, por tanto, es limitada la posibilidad de conocer lo que se está escribiendo ampliamente. El papel de las redes sociales ha sido una especie de salvavidas en este particular, muchos, me incluyo, nos servimos de este recurso para mostrar nuestros trabajos y conocer en parte lo que otros están escribiendo, así como grupos y páginas en Facebook, Instagram, WhatsApp (entre otros), llevadas por escritores que gentilmente difunden la voz de muchos. Entre estos mecenas de hoy puedo nombrar a Alberto Hernández y su “Crónicas del Olvido”, “Letralia” de Jorge Gómez Jiménez, Efrén Barazarte con sus “Recitales de poesía”, El Círculo de Escritores de Venezuela bajo la atención de Carmen Cristina Wolf, Amanda Reverón con “La casa que soy”, Zara Fermin Rapisarda con “El Teatro”, Daniela Jaimes-Borges y su “Voz de otra voz”, “La Diosa Blanca” de Edgar Vidaurre, “La Poeteca”, “El diente roto”, “Team Poetero”, “La Parada Poética”, la revista POESIA de la UC, los Jammings poéticos de la recordada Milagros Mata Gil y Eziongeber Álvarez, tu página de WhatsApp del Grupo Bernavil, Joiner, así como particulares que promueven, entre los que están Arturo Álvarez D’Armas, José Pulido, Erika Reginato, Graciela Bonnet, Les Quintero, Néstor Mendoza, y muchos más que lamento no mencionar por asunto de espacio y memoria.
Ha dedicado obras a varios miembros de su familia, como a su abuelo y a su abuela. ¿Qué rol juega la memoria familiar en su proceso creativo?
Como ya señalé anteriormente, lo conocido, lo trajinado, serán siempre referentes de oficio donde principalmente el amor permite que se hagan palabra. Siempre he sentido, y también me lo han señalado, que soy una guardiana de memoria familiar. Creo que no hay día de mi vida en que no cite, desgrane anécdotas, y hasta plise un imaginario en torno a lo que mis recuerdos personales y los añadidos por mi familia queden de lado. Mi opera prima “Llana palabra” dedicada a mi abuelo, y la casi inmediata dedicada a mi abuela “De humo y sal”, son testimonio de ello, cofres, podría decir, donde resguardo el patrimonio del amor.
Usted ha mencionado que el verso libre es su espacio cónsono. ¿Cómo describe la libertad que encuentra en esta forma poética?
Ya la acepción lo dice todo. La holgura que me brinda esta forma poética no la consigo de otro modo. He rimado y medido en ocasiones, pero siempre me queda un sabor forzado que no me place completamente. Admiro, eso sí, a quien con maestría aborda estas formas sujetas, y perdón por el lugar común, pero considero “Maestro” a dicho hacedor. Un maestro, eso sí, incapaz de legar, porque la estatura de Góngora o un García Lorca son inalcanzables. Son únicos, en un mejor decir.
Yo en lo mío, libre y genuina me entrego con toda honestidad en el verso libre.
En su libro De humo y sal, explora los quehaceres domésticos y seres queridos. ¿Cómo equilibra lo cotidiano con lo poético en su escritura?
Todo ello es mi equilibrio vital pues escribir es parte de mi cotidianidad desde que tengo uso de razón. Mi amor por la escritura poética dio inicio en mi adolescencia cuando la lectura del género me apasionó al punto de querer abordarlo, y luego ya no se detuvo.
¿Qué papel jugó su experiencia como docente en la formación de su identidad como poeta?
Anterior a mi experiencia como docente estuvieron mis garabateos poéticos en la adolescencia y la intención de estudiar literatura, y ello constituyó un todo en la Universidad de Carabobo de donde egresé como licenciado en educación, mención lengua y literatura. Nuestra escuela nos brindó una excelente formación académica como educadores y a la par una nutritiva y estimulante experiencia en el conocimiento de la especialidad, siendo además ésta avalada por la atención de docentes de estatura, muchos de ellos escritores de renombre como Laura Antillano y el fallecido José Napoleón Oropeza.
El compromiso del docente es permanente, en mi caso fueron treinta años en aula, y los demás han cursado fuera porque quien oficia por vocación nunca claudica, sumo mi papel como facilitadora en talleres literarios promovidos por el CONAC, La Casa Nacional de Las Letras “Andrés Bello”, CENAMEC, entre otras instituciones. Como docente de literatura al placer lector y escritural se sumó la necesidad del conocimiento de estilos, técnicas y herramientas de la escritura creativa amén del estudio de autores y períodos, todo un banquete pues contextualizar a un escritor es el complemento a descubrir su intimidad. Puedo decir entonces que mi decisión académica tuvo el acierto de la afinidad.
Considerando su admiración por poetas como Olga Orozco y Emily Dickinson, ¿cómo han influido estas voces en su propio estilo poético?
De la larga lista de poetas que admiro tocaste a mis dos más caras. Conocerlas fue un deleite, primero a Emily, en mi adolescencia, un enamoramiento instantáneo que, apartando el tremendismo, me hizo sentir el goce de la gemelaridad. Nunca había hasta entonces leído a una poeta que me calzara tanto por dentro. Ya me había “hermanado” con Ida Gramcko, Enriqueta Arvelo Larriva, Elizabeth Schön, y muchas Trobairitz (trovadoras occitanas medievales) que siempre tuve a flor de piel, todas ellas se me traducían en imágenes desnudas que exponían su verdad con una sorprendente gentileza velada. Pero Emily suma a esta honestidad la dosificación. Uno de sus versos la expone “Toda verdad decidla pero al sesgo”, esa es la convicción de una poeta iluminada. Olga llegó a finales de mi veintena, ya estudiante universitaria, y en ella encontré de nuevo la franca desnudez de quien necesita decir, o decirse. Su prolija escritura dista de la de Emily, pero para mí sentir, no es la abundancia o la parquedad lo que pueda de algún modo distanciarlas, ni es lo relevante, porque son dos almas gemelas en la enormidad de su clausura, y así como cité a Emily, cito para subrayar lo dicho, a Olga, “Fui creciendo despacio, con gran prolijidad, casi con esmero, y alcancé las fantásticas dimensiones que actualmente me impiden salir de mi propia jaula.” ¿Puede haber mayor similitud de vida? Ellas pues han sido demasiada tentación escritural, demasiada resonancia.
¿Qué siente al leer sus primeros escritos y compararlos con su trabajo actual?
Siento a la par regocijo y ternura, tal como cuando revisamos viejos álbumes fotográficos que dan cuenta del pasar de los años sobre aquella niña luego adolescente y adulta más tarde que me devuelve la sonrisa. Me reconozco, indudablemente, pero hay cambios evidentes, es la dinámica del tiempo, sin embargo, me siento allí en esas líneas, soy la misma antes y ahora, el mismo asombro expreso que nunca ha dejado de subrayarse en mi escritura porque siempre está y estará la búsqueda.
Usted menciona que la poesía le produce un júbilo que no necesariamente está ligado a la felicidad. ¿Cómo define ese sentimiento que la escritura poética le proporciona?
Soy una impenitente observadora fluctuando entre el placer de contemplar e indagar, que intenta describir, pero termina interpretando. Es ése el júbilo, la libertad de expresarme en mis términos aun divagando sobre la primera propuesta emocional porque eso sólo lo permite la poesía. No puede hablarse entonces en términos de felicidad o infelicidad, es el regodeo aun en medio de sentimientos contradictorios que más allá de lo verbal, lo meramente formal, me entrega una propuesta de fondo inacabable.
En varias ocasiones ha destacado la importancia de la lectura en su vida desde muy joven. ¿Qué consejo daría a los jóvenes que buscan adentrarse en el mundo de la poesía?
Leo tu pregunta y viene a mí el recuerdo de un verso que leí siendo niña: “Es puerta de la luz un libro abierto”. Pertenece al poema “Estudia” de Elías Calixto Pompa, poeta venezolano del siglo XIX. Eso ha sido para mí la lectura, una puerta, una luz. Aprendí a leer a los tres años y a considerar los libros compañeros imprescindibles, casi a la par de la compañía familiar. Autores y temas se volvieron amigos cercanos que satisfacían mi necesidad de belleza, de conocimiento, de búsqueda, dándome la pauta para intentar expresarme de la misma forma, siendo la poesía el género que prefiero para hacerlo. Por ello. Por mi vivencia, nunca he dejado de manifestarle a quienes se inician en la lectura, no sólo a los jóvenes, que perseveren, que se entreguen con deleite, sin obligación, pero con atención para asistir al milagro del oficio (porque leer lo es), que se trueca en necesidad, y ya no habrá vuelta atrás. Si entonces se vuelve imperiosa la escritura, será doble el milagro.
¿Quién eres, Tibisay? Describe tu ser desde el silencio para que cobre vida en esta entrevista, vida, voz, forma y color.
Soy un ser que busca constantemente, más allá inclusive de lo que puedo denominar conciencia. El resto es silencio.
Redacción y entrevista al cuidado de Joiner Villasmil
Maravilloso viaje a las profundidades del ser de Tibisay Vargas, mi gran y querida amiga. Gracias por esta gran entrevista.
Queridos Tibisay y Joiner Bernavil: Me regocija.leer la entrevista de la amiga poeta. Tibisay Vargas Rojas. La considero tan hermosa y exitosa porque entre pregunta y respuesta se creó una simbiósis de inteligencia, experiencia vital y poética, que celebro. Tan importantes las preguntas del amigo Joiner, como interesantes y luminosas las respuestas de La poeta Tibisay. Los aplaudo y abrazo, Magaly Salazar Sanabria
Excelente entrevista! En ella va un justo reconocimiento al quehacer literario de la amiga y colega Tibisay Vargas.
Me he identificado con la sensibilidad, memorias y escritura de la entrevistada. Celebro el conocimiento y derrotero de las preguntas.