Hay que saber desde donde escribimos y qué hacemos por reforzar el ánimo en momentos de mucho trabajo o tensión de los días. El diarismo es cada vez más sofocante, claro, según se va avanzando con los años es más difícil.
Escribir por las emociones o escribir por el arte mismo. La palabra puede representar un sinfín de formas y creaciones. De una obra pueden salor suficientes retóricas y mensajes. Pero hay que pensarlas, hay que detenerse, no hay que desvalorarlas.
A veces sucede que el escritor crea una obra y la desvalora. Una obra puede ser desde una pieza poética, hasta cinco. Tres versos pierden ser útiles para llenar una página. Un libro de cien páginas que se lee en una sentada es un placer inaudito pero que tal vez se pensó y se trabajó en muchos días a través de la recopilación de muchas experiencias.
Pero las emociones pueden ser un caldo cultivo que defina el hacer literario. A veces se hace necesario forzar el poema. Hay que pensarlo, escribirlo, esculpirlo, como lo describe Joiner Bernavil «el poema es el residio de la realidad, el más bello y sonoro».
Así mismo explica que «es la escritura es una necesidad de reflexión pero también se puede buscar cuando no hay ánimo. La inspiración no es realmente algo que llega porque sí, también se estimula la mente para poder llegar a ella, es por ello que se concibe la creció poética como ejercicio del pensamiento y no como un acto pasivo de vez en vez».
Definir el porqué se escribe y el cómo orientar esta idea hacia un buen cause, nos ayudará a entendernos para ejecutar una mejor práctica de la escritura creativa.