Cinco poemas de la poeta y narradora oral venezolana Rebeca Aponte Prieto

Locutora egresada de la Universidad Central de Venezuela, Escuela de Comunicación Social de la Facultad de Humanidades y Educación (Caracas, 1996).
Profesora de Artes Escénicas (Caracas, 1997), con una Maestría en Estética del Arte (Caracas, 2004). Ambos grados obtenidos en el Instituto Pedagógico Experimental Libertador.
Actriz y narradora oral escénica del Grupo de Narración Oral Cuenta Peregrino, agrupación que cuenta con más de 20 años de trayectoria.
Actriz e instructora de doblaje de voces desde el año 2000.

NUESTROS CUERPOS

Siento mi brazo izquierdo,
pero no logro saber si es el tuyo o es el mío,
mientras nuestros suspiros se acompasan,
empañando los espejos.
Veo 3 pies, y el mío es el más pequeño,
los tuyos lo atacan con frenesí
y lo invaden a besos, dedos contra dedos.
Mi piel es ahora un mantel
sobre el que se sirven las delicias gourmets
del vicio de nuestros cuerpos.
Tus rodillas chocan con mis codos
y hacemos una música extraña,
parecida a la que suena en los cabarets de antaño,
agitando las faldas del Cancán.
No sé qué forma tenemos ahora mismo,
juntos hacemos una pócima de amor con sudores y salivas,
que Eros agita en la coctelera con sus manos diestras.
No sé si soy tú, tú no sabes si te has convertido en mí,
y tal vez ahora seremos un personaje de ciencia ficción,
mostrando su hombro con erotismo extremo,
casi pornográfico.
Bailamos a un solo ritmo cogidos de la mano,
tú dentro de mí con tu cuello en mi espalda
y yo mirando al cielo.
Un ojo se desparrama en una boca,
una nariz huele detrás de una oreja,
un ombligo se posa sobre un mechón de cabello,
y nuestros cuerpos se frotan creando un incendio
que no tiene nada que envidiarle
a las cenizas de Notre Dame.
Somos como una historia,
creamos universos con deseos,
todo eso ocurre cuando tú y yo y nuestros cuerpos.

BESO

Ella lo quiso besar en la mejilla.
Él quería desde hace tiempo probar su lengua,
la cual se asomaba seductora dentro de aquel agujero.
Cupido vigilaba atento,
apuntando con su flecha más afilada que nunca.
Su idea era asesinar al rechazo, matar a la indiferencia,
herir mortalmente al desinterés.
Entonces disparó.
Y ella, que quería solo besar esa mejilla,
sufrió una punzada
que le hizo girar su cabeza 45 grados a la derecha
para encontrarse con una boca hambrienta.
Él por fin probó su lengua
y Cupido se rió a carcajadas,
bailando con sus pies rechonchos
sobre el cuerpo moribundo del desdén.
Las lenguas parecen serpientes que disputan una presa,
se contorsionan pasando del rosa intenso al rojo fuego.
Son dos bestias salvajes que se dan alivio
y se calman mutuamente el desespero.
Ella todavía no está segura de lo que hace,
él ataca convencido de que ganará esa contienda,
y Cupido está apoyado en su hombro,
apostando 500 euros a que ambos ganarán.
Esas bocas ahora no se despegan,
están como selladas al vacío,
como dos imanes de neodimio,
son como las ventosas de una rémora en un cristal.
Ella ya no tiene dudas,
él está más convencido que nunca,
y Cupido se tumba a dormir.
Igual, ya ganó la apuesta.

OVEJA NEGRA

Tantas preguntas sin respuestas que se disfrazan de rebeldía.
No es que busque que me odien,
es que quiero ser yo misma y estar en paz.
La piel curtida, el cerebro en rebelión,
el corazón más fuerte que nunca sobre las cuatro patas,
y una mirada horizontal retando a todo Dios.
Negra toda yo, para ser diferente, y no porque así lo planeo;
es un llamado, un pálpito, un berrido con eco.
Blanco el que mira la espalda del otro
y allí va siguiendo su paso.
Negro es el desvío, negras las preguntas
hasta que se van aclarando.
Al fondo,
el precipicio en donde van cayendo
los que en fila no se atrevieron a cuestionar.
Me niego a caer, y salto la valla del sueño de alguien,
quien de golpe se despierta al ver que algo es diferente,
ese ya ha despertado.
Se rompe el destino, se corta el hilo,
se derrumba el puente hacia la ley de lo que
«hay que hacer».
Negra la expectativa, oscura, invisible,
que se borre y que no exista.
Ahí voy, sola tal vez, pero consciente;
en una marea de dudas, sin obedecer, pero feliz.

LA BAÑERA

A él solo le importaba que ella le encendiera el fuego
antes de que se lo tragara la bañera blanca e inmaculada de su soledad,
de su borrachera.
Los dioses no tienen derecho a equivocarse.
La bañera era un portal a su delirio,
ella lo acogió y le dio alimento como la teta de una madre,
y le mostró el camino al Valhala.
En ese tránsito oyó nuevamente sus canciones,
y besó los labios de las chicas que deliraban por él en el cementerio.
En Francia hay toneladas de tierra sobre el polvo en que él se convirtió,
porque de allí viene y en eso se convertirá.
Mientras tanto, en la habitación contigua,
la piel desnuda de su chica transpiraba futuro,
mientras él se ahogaba entre burbujas inservibles y furiosas.
No sirve de nada ser joven, ser guapo, apolíneo.
Si la bañera te quiere, y vivir ya no te importa,
te hundirás en el intento de nadar hasta la orilla inalcanzable.
Flota, no dejes de flotar, pero siempre te cansas.
Siempre te cansas.

Dedicado a Jim Morrison.

LILITH SE BEBE UN VERMUT mientras observa cómo Eva y Adán se pelean en las puertas del Paraíso

Ella siempre lo supo, es un imán irresistible,
y a Adán le taladran las ganas.
Eva lo sabe.
Él se lo niega.
Lilith saborea.
Ha triunfado.
Una vez más.
Lilith logra percibir la lágrima de Eva, y lo disfruta.
Lilith logra percibir un pequeño temblor en la voz de Adán,
ella disfruta.
«Osaste liarte con otra», piensa mientras se goza el trago de vermut
que baja por su garganta reconfortada.
Lilith dejó a Adán una mañana cálida,
ella no es esclava de nadie.
Adán lloró un poco, y Eva lo sabe.
Cuando Lilith camina frente a las puertas del Edén,
todas las miradas se pegan a sus dos voluminosas y contorneadas nalgas de acero.
Adán no puede desviar la mirada,
Eva lo nota y Lilith también.
A ella no le importa vivir más allá de los límites, es libre, es feliz, es hermosa.
No necesita que nadie camine delante de ella.
El error de Adán.
Eva la mira, ella mira a Eva, son dos fieras que se enseñan los dientes,
y en el medio la presa aterrorizada porque sabe que lo devorarán.
Adán prefiere a Eva, duele menos, su veneno no es mortal,
y su látigo está enterrado a muchos metros de profundidad.
Lilith sonríe y puede matar de un infarto,
y cuando habla envuelve al mundo en una ensoñación freudiana.
Lilith baila al ritmo de AC/DC y se acaricia.
«Cause I’m back
Yes, I’m back
Well, I’m back
Yes, I’m back
Well, I’m back, back»

Adán la mira por el agujero de la cerradura.
Ella no necesita de nadie y Dios también lo sabe.
Allá a lo lejos, en aquel árbol hay una serpiente adiestrada por Lilith,
Eva le habla,
Lilith las observa mientras bebe su vermut.

1 comentario en “Cinco poemas de la poeta y narradora oral venezolana Rebeca Aponte Prieto”

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