Carla Chávez Saavedra es una voz emergente entre las escritoras chilenas, cuya obra se distingue por una profunda exploración de los paisajes y la psique humana. Su pluma teje narrativas que invitan a la reflexión sobre la vida y la conexión con nuestros entornos.
Carla es Doctora en Literatura y publicó su primer libro en 2024, Paisajes internos, en el que comparte relatos relacionados con la niñez y algunos eventos de gran impacto social, como fue el mega incendio en la ciudad de Viña del Mar, Chile en febrero de 2024.
Su enfoque se caracteriza por una voz sensible y evocativa que genera imágenes poéticas potentes que conectan al lector con sus sentidos y que pretenden resonar una vez finalizado el contacto con sus textos.
Una tarde
Una tarde
desde las ramas
que cuidan mi ventana
escuché tu canto
como un regalo
entre el cemento de este verano.
Asomé mi aletargado rostro
y entre ese verde vislumbré tu cuerpo,
como teclas de un piano
agraciadas como ocarinas del altiplano,
acompañadas por las patitas saltarinas
que bailaban como pétalos de geranios.
El letargo se convirtió en agradecimiento
por tan bello encuentro
una tarde
desde mi ventana
convertida en un oasis inesperado.
Agua
Recuerdo el agua
que caía por las piedras
como un velo de novia
con destellos de nácar.
Llegamos a esa altura
luego de caminar un par de horas
esa mañana
en la que escapé de casa.
Me invitaste a recorrer los cerros
y saludar a las palmas
en la ruta del agua.
Fue nuestro secreto
yo una adolescente
en incansable vuelo
tú un alma vieja
en el cuerpo de un mozuelo.
La primera parada fue en una casa
los lugareños, tus amigos, muy amenos,
nos ofrecieron pan de centeno
y un té hervido con leños.
Lo tomamos con gusto,
una pausa antes de la ir a la caída de agua,
que me pareció nacarada,
aunque tal vez mis ojos me engañaban.
Avanzamos y al poco tiempo ya no habían senderos
yo escuchaba atenta el nombre de cada árbol,
de las matas y de los insectos,
me parecían naves a las que les tenía miedo.
Retraté lo que más pude con todo mi cuerpo
el calor escondía los aromas,
no pude siempre sostenerlos.
Escalaste grandes piedras
siguiendo a la vertiente
me parecía ir subiendo por los brazos de un gigante
buscando la aprobación de sus cactus vigilantes
que eran los únicos que escucharían la caída
si mi cuerpo se rendía.
Finalmente nos sentamos
y sumergimos nuestros pies
en esa vertiente transparente,
inspiré profundo
no encontré tu mirada
solo la llamada
del viaje del agua.
Sauce
Te veo.
Tu textura y libertad tocan mi piel
mientras descanso
en la invisible rama de un sauce.
Minutos congelados y respiración detenida;
colores astronómicos y formas cóncavas,
tus bordes irregulares
y la delgada densidad
yacen inquietos sobre una flor inmaculada
¿Cuánto tiempo tarda la transformación?
Te veo a ti y al marco de tiempo difuso;
nada que exigir, nada que pretender
mientras el sauce llora
me lleva con sus hojas.
Plaza
Desde la ciudad la montaña se ve azul.
Desde los bancos de esa plaza, violeta
con toques de cobalto
por la nieve en la cima y en algunos atajos.
Ella de su mano; él explorando.
La plaza con artesanos
instrumentos,
sal y sombreros,
que él se prueba simulando.
Se sientan bajo un árbol
con un refresco en sus manos
admiran el cielo
celeste y envolvente
como agua volando.
Ella reclinada en su hombro
él disfruta la voz de la montaña
hasta que se les acerca un gato
y la plaza les entrega
un domingo de encanto.
Qué hermoso cómo las palabras generan emociones poderosas a través de la cuidadosa escritura de cada uno de estos poemas. ¡Un deleite, la verdad!