Descubre la poesía de Jesús Jaramillo

Jesús Jaramillo escritor venezolano (Valencia, 2002). Dedicado profesionalmente a la fotografía y al diseño gráfico. Autor de Cuestión de tiempo (2021). Ha sido estudiante de literatura y de distintas ramas del ámbito audiovisual, como la cinematografía.

La soledad

La soledad y el cielo. La soledad y el mar.
La soledad y el mundo. La soledad y el viento.
La soledad y la luna. La soledad y yo.
La soledad naciente de los abrazos cálidos,
de las anheladas compañías, de los sueños logrados y los caminos vacíos,
de obstáculos vencidos, de cayenas y rosas,
de besos con sabor a café,
de una historia contada con un final abierto.
La soledad y el destino de un alma desamparada,
desasosegada, desarraigada,
despegada de los latidos que la preceden,
que le dan la bienvenida a un lugar donde no quiere vivir.
La soledad de haber perdido la batalla,
de haber despreciado el silencio,
incluso, la soledad de haber ganado.
Esta pútrida soledad que no quiere quererse
y mucho menos quiere que la quieran,
no quiere ser bienvenida, no puede ser recibida.
La soledad y junio, o agosto,
e inclusive diciembre,
la soledad interna de esta vida eterna,
la soledad del cielo que me mira con ojos maternos,
con una sonrisa triste,
preguntándome por qué yo amo sin temor a la muerte,
si no soy capaz de salir inerte.

El poema más bonito del mundo

Te voy a escribir el poema más bonito del mundo,
aunque no quieras amarme ni te importe leerlo.
Pues sé muy bien que al verte llegar se disiparon las dudas,
y desde que te fuiste, ya no hay sol ni mucho menos luna.
No conocí mis sueños hasta que los vi reflejados en el iris
acaramelado de tus ojos, sonrientes y vivos,
que condensaban las veredas halladas en el camino.
Tu camino, nuestro camino,
capaz de transformar la vida entera
si tan solo se lo propusieran.
Si se propusieran quedarse más allá de la vida eterna,
los matices de los lirios nos revocarían
las condenas.
Nos revocarían las heridas,
transformándolas en un suelo dulce y fértil,
de donde nacerían motivos para vivir,
y para amarnos con deseo febril.
Si este no es el poema más bonito del mundo,
quiero que sepas que te amo, desde la primera pelea,
desde la primera lágrima, desde la primera herida que causaste en mí.
Te amo, y quizás este sea un amor repleto de locura,
ya que la vida es sincera y no le temo a las costuras,
las costuras que unen los destinos y las almas,
las costuras que unen tus deseos y los míos,
hasta llevarlas al puerto de la dulce calma.
Te veo donde no estás, siento tu presencia donde no habitas,
distingo tus palabras en medio del escándalo,
saboreo tu aroma aún en medio del desierto,
pero no te consigo, y me siento perdido.
Preguntándome a cada segundo
si en verdad pensarás en mí,
si en verdad he sido algo para ti.
Te amo, y bien sabes que no puedo ocultarlo
y que jamás lo intentaré.
Creo que acabo de escribirte el poema más bonito del mundo,
o de tu mundo,
aunque solo podrás leerlo si abres el corazón a este nuevo rumbo.

Por ti

Toma mi mano, y sujétate.
Nos esperan mundos y caminos sin cesar.
Nos esperan tormentas y mareas inmensas,
maremotos incansables, destrucciones y desdichas.
Pero, aun así, nos esperan momentos inigualables,
donde la ilusión se convierte en realidad,
y donde la vida pierde todo sentido,
existiendo tan solo tú y yo.
Aunque el mundo se destruya desde su propio eje, te guardaré aquí,
muy cerca de mi pecho, para que mis latidos te entreguen un techo
que te haga sentir en casa, alejada de todo mal.
Sujétate de mis manos,
pues te mostraré el amor por el cual tú y yo fuimos creados,
y que jamás perecerá.
Te enseñaré que dos pueden más que uno,
que no existe ningún límite cuando estás junto a mí.
Sujétate, que renaceré por ti, viviré por ti, me alegraré por ti,
venceré por ti, y moriré por ti.

Del latín Monstrare

Me pregunto si, detrás de la pulcritud de mis lentes, de la limpieza de mis pantalones azules y la fragilidad de mi perfume acanelado, realmente se encuentra alguien.
Si detrás de la diáfana seguridad enrevesada con el aura maligna existe una raíz,
esa raíz que le da un puntapié inicial a la partida de mi existencia.
Creo que soy alguien más, no soy yo.
Soy la existencia de las heridas abiertas y las cicatrices curadas del paso de la vida,
de las huellas que pisaron mi camino con benevolencia y desdén,
con el fin de crear un algo, algo mayormente malo.
Soy cada una de las capas de la alegría, la tristeza, la pasión y la dulzura,
extraídas del aire que respiro, que vivo,
y que no me deja preguntarme a ciencia cierta de qué se tratan todos estos pasos,
todas estas palabras,
todos estos recuerdos,
toda la mitología enlazada a mi sangre.
Frente a este espejo, que no muestra mi reflejo,
sino que más bien se ensaña en desplegarme algo más:
un maquillaje, una máscara destartalada
que deja entrever todo lo que no quiero ser
y que, al final, no puedo cambiar… o no quiero.
Esta naturaleza distinta y distinguida,
que se regodea en ocultarse detrás de una mirada taciturna
y una vistosa sonrisa de dientes recién lavados.
Una naturaleza monstruosa,
que al final del día me es imposible disfrazar.
Si me quedo aquí, probablemente no llegue a ser yo,
ni logre experimentar el suspiro mágico que todos buscamos,
la ebriedad del amor en todos sus matices densos y dorados.
Si avanzo, tendré que hacerlo sin temor a nada,
recibiendo con brazos abiertos las verdades inciertas
de este capítulo único, al que llamamos vida eterna.

Luna

Mira, qué bonita luce la luna deslizándose entre tus mejillas,
deslumbrando en cada gesto de tu rostro,
dibujando un brillo irresistible en la comisura de tus labios,
semejante a aquellas fantásticas pinturas que se esparcen a través del universo
y de las cuales nadie conoce ni conocerá.
Tan solo yo me encargaré de degustar y recorrer el universo que hay en ti,
a pasitos de tortuga y quizás con los ojos vendados,
dejando que mis sentidos se transformen en una explosión de vida y redención.
Sí, muy bonita luce la luna en ti.
Cierra los ojos e imagina cómo mi mundo se retumba a tu alrededor,
tratando de alcanzarte en esa cúspide donde solamente el cielo
llega a ser más alto que tú,
y sin embargo, te entrega una oportunidad
para convertirte en la luz de mi vida en cada centímetro de mi caminar.
Antes de ti, no existían las cayenas rosas y las margaritas púrpuras,
ni tampoco las rosas amarillas ni los tulipanes rojos.
No existían abanicos infinitos de posibilidades pacíficas,
ni existían motivos por los cuales construir un imperio, o una vida.
Esa luz de la luna, que traza líneas perfectas de tu silueta en medio de la oscuridad,
trata de decirme, con un susurro no tan indiscreto,
que estás hecha para mí,
y que ha llegado el momento de tomarte de la mano
para darle la vuelta al mundo.

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