Felipe Itriago Coiman (2000), joven artista plástico y poeta habitante del páramo merideño, en Venezuela, es autor de dos poemarios: La flor del fuego (2020) y Viaje para descifrar tu nombre (2021). En 2024 fue distinguido como Poeta Bernavil y favorecido con la publicación de la presente obra.
Actualmente expone su propuesta donde mezcla la poesía y pintura «Engranaje Poético» en el Centro de Arte Contemporáneo Galería Universitaria La Otra Banda “ ULA”.
ENGRANAJE POÉTICO
Incendio el pincel.
Exalto la piel y me integro en el huracán.
Me rompo en este desnudo.
Me convierto en la elasticidad del bastidor.
La profundidad del azul, que araña la tela.
La quemadura de la veladura.
Las líneas son la estructura del silicio, que embriagan el mar.
Detrás del océano, se desprende la anarquía del pincel.
Jadeo.
El cuerpo se zafa de mí.
El alma es una bestia que se engrana con los sonidos del cuadro.
¿Me interrogo tras derramar el color?
Me cuestiono para sujetarme de este engranaje poético.
Siendo tejido abierto.
Vocifero.
Cortando las radiografías del ojo.
Las manos comulgan en la tesis del verso.
Se segregan entre métricas de pintura.
Para esparcirme en manuscritos de acrílico.
Convirtiendo el resto en la atmósfera de este poema.
Interviniéndome.
DESERTAR DEL INCENDIO
La resina del sueño se prepara en las alas del viaje de una maleta.
La rebosante letanía remienda las borrasca de la anarquía es una mancha de bromuro en el sol.
A duras penas, el olvido es un escrito tachado.
Regresaré a la tierra del profeta cuando el iris esté cerrado.
Jugaré en los suburbios de mis caleidoscopios.
Sonarán los últimos manuscritos reencarnados en pinceles.
Me desprenderé de mí, escupiré el tono de la eternidad que será un cuadro, arrancándome de la tumba.
Sólo así, resucitaré.
EL COLOR ME ATRAVIESA
El poema es una ventana que traspasa lienzos, detonando las pieles que incendian la tempestad.
Es el crujir de los pinceles en la atmósfera del trazo, donde la neblina sostiene la estructura de tela.
Mastico la profundidad, la intervengo.
Estrujo el hueso del alma, lo macero y lo vuelco en el silencio sediento de las vértebras, dejando que las certezas astillen el cristal.
Atravieso el telón y me tamizo entre puñales acrílicos sobre tela.
Me camuflo en la cera de las velas. Las marcas precipitan la piel.
El color pigmenta el taller y arma la viga de mi lengua.
Recito en el bastidor.
El acertado título de su muestra, Engranaje Poético, sugiere un no estarse quieto: Felipe genera resplandores y movimientos telúricos que brotan como poemas o cuadros y, con un lenguaje íntimo y sólido, uno percibe cómo se ensartan, cómo sobreviven aferrados entre entre sí y cómo esa misma indetenible producción le va desbrozando el camino como artista.