Norma López nació en Tegucigalpa, capital de Honduras, el 30 de enero de 1974. Es docente por vocación y amante de la música. Desde hace 30 años enseña música e inglés en diferentes escuelas secundarias y universidades de su ciudad natal.
Ha llevado la música hondureña y representado con buen suceso el arte de su país, junto a sus alumnos, en varios eventos de nivel nacional e internacional. Entre los más destacados: premio en la categoría Bronce de la rama Folklórica del Festival Coral “Golden Gate” en San Francisco, California (2012).
En El llanto del arcoíris hay una fuerte carga emocional en la imagen del arcoíris que llora. ¿Podríamos decir que el color en tu poesía tiene su propio lenguaje? ¿Cómo dialoga con la emoción?
Sí, el lenguaje en El llanto del arcoíris tiene su propio color, y al ser un eco-poemario, trata de generar un impacto emocional en el lector, buscando despertar empatía y responsabilidad respecto a la naturaleza. Diría yo que es un llamado a la conciencia y una invitación a contemplar la fragilidad de nuestro planeta a través de los sentimientos.
¿Cómo dialogo con la emoción? Pues transito desde la alegría radiante hasta una melancolía sombría. Mis emociones tienen tonalidad; voy de acordes mayores a menores cuando mi alma dialoga con el lápiz. Muestro mi intimidad con palabras, a veces muy críticas, cuestionando acciones y pensares, y algunas otras, muy soñadora, creyendo que con amor se puede todo.
“Un viaje en versos” sugiere un tránsito, un desplazamiento. ¿Qué tipo de viaje propones en este libro? ¿Es más un viaje interior, geográfico o quizás temporal?
El poemario Un viaje en versos me movió mucho, lo escribí con el alma en la mano. Propone un viaje al interior, un viaje a vernos frágiles, encontrando lados oscuros y aceptándolos. Propone abrazar nuestros miedos y, desde la autenticidad, salir al mundo amándonos primero a nosotros mismos y después a todo lo demás. Este viaje nos incita a conjugar oscuridad y luz, de manera que sepan convivir en nuestro adentro. Nos invita a habitarnos a todo tiempo, viviendo, así, nada más viviendo quienes somos.
Si tuvieras que elegir un instrumento musical que represente tu poesía, ¿cuál sería y por qué?
Sin duda sería la guitarra, porque creo que puede ser usada de varias formas. La guitarra puede ser tanto un instrumento para solo acompañar canciones, como uno que lleve la melodía y sea solista. Algunos de mis versos tienen esencia por sí solos, me han servido incluso para nombrar otro libro, y algunas otras veces el poema como tal se amalgama perfectamente a todo el tema del libro. Mi poesía es como una guitarra, lírica o narrativa, les cuenta mi vida que enredo en historias. Me acompañan a todos lados, aunque a veces no la use, siempre está ahí, como mi guitarra.
Siendo profesora, escritora y música, ¿cómo se retroalimentan estas disciplinas en tu proceso creativo? ¿Alguna vez una clase te ha inspirado un poema?
Creo que se complementan muy bien. Un idioma tiene cadencia y ritmo al igual que la música, por lo tanto, cuido mucho la melodía de un poema. Como maestra, tengo la facilidad de comunicación a través de la palabra, hay conexión con mis estudiantes. Pasa exactamente lo mismo siendo música al estar en un escenario, siendo parte de un espectáculo musical. Como poeta, lo hago a través de mi poesía. Siempre existe el contacto con el público y mi trabajo creativo.
No he escrito un poema inspirado en alguna clase, pero sí en la actitud de un alumno, mientras le enseño. El sentimiento fue fuerte; el poema se llama Peleando.
Honduras tiene una tradición poética que a veces queda opacada en el ámbito internacional. ¿Sientes que la poesía hondureña aún busca su espacio o crees que ya tiene una identidad consolidada?
Hay varias percepciones de la escritura en Honduras, así como de los escritores; una de las cosas que se pueden resaltar, al menos con los escritores que ya tienen un poco más de carrera literaria, es que toda la poesía o la mayor parte es contestataria; se habla sobre la injusticia social, económica o religiosa. Dentro del ámbito internacional, ya tenemos esa ruta visible; pero es importante saber cómo nos perciben fuera del país, no solo cómo nosotros como hondureños vemos nuestra poética.
Muchos estudiosos piensan que la poesía de Honduras es ruda, fuerte y dramática, y de repente, para algunos estándares internacionales, no es agradable porque la poesía debe rescatar lo sublime; en ese punto, académicos hondureños pueden dudar de una identidad consolidada. Pero sí puedo decir que en Honduras escribimos poesía crítica de los sistemas, sobre injusticia y reflexión social; hay mucha poesía romántica y amorosa. La poesía hondureña es notablemente apasionada en cualquiera de los temas. También se escribe sobre la naturaleza y las tradiciones, y en la actualidad hay un auge por la revalorización del papel de la mujer en la sociedad.
Hay representación de la literatura hondureña en el mundo, probablemente no en esferas mucho más amplias, pero hay reconocimiento y lazos con estancias de Centroamérica, México y Sudamérica. Para Tatiana Sánchés, catedrática de la UNAH y miembro activo de la ANDEH, Honduras, al ser un país multiétnico, multiracial y multicultural, plurilingüe, es difícil poder generalizar o estandarizar la poesía bajo un mismo concepto de hondureñidad, pero existe y está en el mundo.
Hay poetas que escriben desde la calma y otros desde la tormenta. ¿Cuál es tu estado ideal para escribir?
Definitivamente desde la tormenta. Mis sentimientos fluyen de manera desbordada y los aprovecho para escribir. No es solamente catarsis, es como una alquimia emocional, creo yo, donde surge equilibrio a través de los versos. El caos se vuelve un lienzo donde puedo pintar con los colores de sonidos tristes que me gustan. En una ocasión, sin estar en medio del caos, escribí algo que llamé ¿Y de qué se escribe?
En un mundo donde la inmediatez y lo efímero dominan, ¿cómo logras que un poema deje una huella duradera en quien lo lee? Si pudieras elegir a cualquier persona, viva o muerta, para leerle uno de tus poemas en voz alta, ¿a quién sería y qué poema elegirías?
A la poeta hondureña Juana Pavón. Juana “la loca”, le decían. Ella era irreverente, visceral, incomodaba con su poesía, tenía una voz potente líricamente, era difícil no escucharla. La conozco a través de su poesía, publicó poco, pero fue muy conocida en el ámbito literario y artístico del país. Admiro mucho la fuerza de mujer resiliente que tuvo.
Tu poesía tiene un fuerte componente lírico. ¿Alguna vez has sentido que un poema tuyo debía ser canción en vez de poema? ¿Has musicalizado tus propios versos?
Sí he musicalizado mis versos, pero los he pensado propiamente como canciones, más que como un poema. Al analizar algunos de ellos, me entero de que utilizo mucha anáfora y que, precisamente, podría ser el estribillo en una canción. Al tener mucho cuido en la cadencia y el ritmo, me resultaría fácil musicalizarlo con una melodía inédita. Lo que hago en mis canales de redes sociales es buscar la canción perfecta, la que a mi parecer resuena con mi intención vocal al leer, y lo grabo con esa música de fondo.
Si tuviera que decir que uno de ellos fuera canción en lugar de poema, diría que el que llamé El amor tiene un potente estribillo que dice… “Así de contradictorio, así de relativo, así de ayer lleno, así de hoy vacío.”
En la literatura, a veces los silencios dicen tanto como las palabras. ¿Cómo trabajas el silencio en tu poesía?
El silencio es la relación más profunda que tengo con mi poesía, de ahí parten mis versos. Los silencios que no se escriben pero que dicen mucho, las entrelíneas, los subtextos, tienen mucho poder. Intento dejarle el espacio al lector para que entienda, desde su perspectiva, su sentir y su experiencia, el mío. El silencio para mí es lo que yace más allá de las palabras. A veces lo logro muy bien.
En un mundo sin papel ni pantallas, donde la escritura no existiera, ¿cómo transmitirías tu poesía?
Hablando, platicando con la gente, tomando café y vino con mis amigos. Yendo de viaje en carretera con mis amigas, con mis amores, con mi familia y contándoles historias convertidas en poemas frente al mar. Les cantaría canciones color arcoíris, con una guitarra o un ukelele en mano. Las grabaría en sus miradas, en sus sonrisas y en sus corazones. Estaría presente aunque no pudiera escribirla, como en antaño con los trovadores y juglares; de lugar en lugar y de sentimiento en sentimiento.
Si tuvieras que definir tu poética en una sola imagen, un cuadro o una escena de la vida cotidiana, ¿cuál sería?
En la playa, frente al mar.
Felicidades a Norma por sus bellos poemas. ¡Que nunca falte la inspiración!
Profundos , imponentes y reflexivos sus poemas.