La poesía no compite, resiste

En un mundo dominado por algoritmos, pantallas y velocidad, hablar de poesía puede parecer, para algunos, una excentricidad. ¿Quién tiene tiempo para detenerse en un verso cuando hay mil notificaciones esperando? ¿Qué lugar ocupa la metáfora en una sociedad que mide el valor en clics y tendencias?

Y, sin embargo, la poesía persiste. Como una planta que crece en las grietas del concreto, los poemas siguen apareciendo: en libros artesanales, en cuentas de Instagram, en carteles callejeros, en fanzines, en recitales improvisados o en talleres por Zoom. No ha desaparecido: se ha transformado.

La poesía no compite, resiste

A diferencia de otros géneros, la poesía nunca ha aspirado a las grandes cifras ni a los premios masivos. Su poder radica en otra parte: en la intensidad, en la síntesis, en la capacidad de nombrar lo innombrable.

Hoy, más que nunca, esa función cobra sentido. En medio del ruido, el poema ofrece una pausa. En tiempos de exceso de información, regala precisión. En un contexto de discurso vacío, propone una palabra cargada de sentido.

Lo digital como nueva oralidad

Internet ha sido, paradójicamente, tanto amenaza como oportunidad. Si bien ha diluido ciertas formas de lectura profunda, también ha democratizado el acceso a la poesía. Nuevas voces emergen desde rincones inesperados del mundo. Jóvenes poetas alcanzan miles de lectores sin pasar por los circuitos tradicionales. Las redes, con todas sus limitaciones, han funcionado también como espacio de circulación y descubrimiento.

Pero la clave está en cómo se lee. Un poema no se consume como un meme. Se necesita un tipo de lectura distinta: más contemplativa, más abierta. La poesía, incluso en Instagram, exige atención. Y esa exigencia es, quizás, su mayor fortaleza: nos obliga a desacelerar.

Una forma de pensar y sentir

Más allá del formato, lo esencial de la poesía sigue intacto. Como decía Octavio Paz, “la poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono”. Es decir: sigue siendo una forma de pensar, de resistir y de habitar el mundo con sensibilidad. No se trata solo de escribir bonito. Se trata de encontrar una mirada.

Por eso, aunque no ocupe portadas, aunque rara vez encabece los rankings de ventas, la poesía no está muerta. Al contrario: está más viva que nunca en quienes la escriben, la leen, la recitan o simplemente la buscan.

No es un producto. Es un lugar. Y ese lugar sigue abierto.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Abrir chat
Escanea el código
Hola 👋
¿En qué podemos ayudarte?